sábado, 4 de enero de 2014

Sueños comestibles

Erase una vez, un reino muy lejano. En el reino, vivían nubecitas de todas las formas y tamaños. Había nubes grandes, pequeñas, con forma de delfin, de tortuga, etc. Había de todo. Y en ese reino, las nubes comían sueños. Por la noche, bajaban a nuestro mundo a comerse los sueños de la gente. Por eso no nos acordamos nunca de nuestros sueños, y si nos acordamos, es que había una nube con poca hambre. Había una nube que todos los días, iba a la casa de la misma chica. El resto de nubes no sabía porque. A ellas les gustaba probar nuevos sueños cada noche. Pero la nube era especial. A ella solo le gustaba ese sueño, y sabía que no le gustarían otros diferentes. A la nube le encantaba la niña. La niña, que se llamaba Annabel, dormía muy a gusto todas las noches. Pero no sabía porque. Notaba una presencia en su habitación, pero no era malo. Era algo bueno y blandito. Annabel lo notaba. Y quería saber que era. Un día, Annabel se quedó despierta toda la noche, intentando descubrir lo que tanto la gustaba. Poco después de que el reloj de la torre diese medianoche, Annabel estaba cerrando los ojos para caer rendida a otro sueño maravilloso, cuando, de repente, notó una presencia blandita y confortable en su habitación. Annabel vió a la nube, y la nube se dio cuenta. La nube se asustó mucho, porque no la podía ver ningún humano. Pero la nube fue hasta donde estaba Annabel y dejó que la acariciase, a la vez que sonreía a la niña. A Annabel le pareció que la nube era fantástica y le pidió que siguiese volviendo todas las noches. Y la nube asintió. Y a partir de ese momento, la nube iba todos los días después de medianoche a casa de Annabel, pero no para comer su sueño, sino para jugar con ella. Y a Annabel le encantaba la nube. Y a la nube le encamtaba Annabel. Pero, al cabo de un par de noches, la nube sintió hambre. Hacía tres días que no comía. Asi que a la noche siguiente, fue una hora más tarde a casa de Annabel, a comer su sueño. Pero Annabel no estaba dormida. Estaba llorando en un rincón. Unas lagrimillas caían de sus ojos de color miel mientras pensaba en lo que quería a su nube. Asi que la nube bajó, arropó a Annabel con su blandosidad, y estuvo allí hasta que Annabel se durmió. Entonces la nube se comió el sueño de Annabel. Y desde entonces, la nube y Annabel hicieron un trato: La nube bajaría a jugar con Annabel y luego ella se dormiría para que la nube pudiese comer. Y así siguen hasta hoy.

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